Una noche cuando era niño tuve una regresión entre mis sueños, yo no estaba consciente de qué era una regresión porque era muy pequeño, sólo sabía que no era yo físicamente en aquella escena.
Era yo un hombre, mexicano. Habia muerto y recien me habían puesto en un mausoleo familiar, no podria especificar si llevaba ahí un dia o dos pero seguía sin pudrirse mi carne.
Tras unos respiraderos del mausoleo entraba una luz clara de la luna que contrastaba con la noche que era pesadamente oscura.
En el ambiente se escuchaba un silencio sepulcral, nada se movía ahi aunque sentía la presencia de todos mis familiares , sus cuerpos yacían en los nichos, cada uno en su respectivo estado de descomposicion, cada uno con una historia que contar.
Las telarañas unían cada manto que cubria los cuerpos incluyendo el mio. No pude más permanecer inmovil y me levanté. Mire las escaleras que dirigían a la salida y me dirigí hacia ellas.
Subiendo las escaleras, de pronto se abrió la puerta despacio. Era La Muerte, no podía creer que estaba ahi parada frente a mi y yo solo la miraba fijamente, como si fuera un duelo de miradas, no tenía miedo ni sorpresa. Estaba ahi sentado con Ella a la luz de la luna que entraba desde la puerta.
No se movió de las escaleras, yo me senté viendo hacia arriba donde estaba ella. Su rostro eran puros huesos y llevaba un manto de flores en la cabeza, vestía todo de negro y a pesar de carecer de ojos había un brillo en su interior que formaba una especie de mirada profunda.
Después de un rato, rompió el silencio y con voz grave y masculina me preguntó si sabía que estaba muerto y yo asentí con la cabeza. Se sentó y me habló de la gran consciencia que implica vivir para morir, del bello cese de la vida y del largo camino que hay después de ella, cada que hablaba sentía como entraba en mi la presencia de La Muerte, circulaba en todo mi cuerpo quitando cualquier rastro de vida que hubiera dentro.
Una vez que terminó conmigo, me tomó de la mano y me sacó del mausoleo, pude percatarme de la bastedad de lápidas en el cementerio, cada una con alguien debajo moviendose y murmurando algo, yo ya era parte de ellos y ellos parte de mi nueva realidad, circulaba un gran hilo de almas que caminaban lejos hasta perderse en el horizonte, Ella me metió entre ellos y empecé a caminar en la misma dirección hasta que con el amanecer concluyó mi sueño.
Jamás olvidaré esa charla con La Muerte, siempre que escucho un silencio sepulcral revivo aquella noche cuando Ella vino por mi.